jueves, 31 de mayo de 2012

Disembodied res extensa





b i e n v e n i d o s 
a
 i n c o r p o r a l e s

 




Sólo ahora que, gracias a internet, tenemos acceso inmediato a los discursos arquitectónicos de otras tradiciones, podemos empezar a valorar hasta qué punto el canon de la arquitectura ibérica ha estado históricamente coartado por su fundamento ideológico en el platonismo, que sobreviviría en el núcleo ideológico de la cultura europea “camuflado” en su refiguración cristiana y sus múltiples rendiciones al idealismo. Las escuelas de nuestro país siguen enrocadas en su culto idólatra a “maestros” sacrosantos que lo son en virtud a la mística implícita a su planteamiento de la profesión, como prohombres de un humanismo en retroceso cuya imperturbable fidelidad al canon de la modernidad ¿heroica? fuese la única estrategia de resistencia noble y capaz contra el neoliberalismo invasivo: desde hace ya varias décadas, la Modernidad se ha polarizado entre los rendidos a la Arquitectura Espectáculo promovida por el gran capital, y los que con actitud conservadora se aferran a su vademécum de ideales heróicos mediante una muy vaga apelación a lo que consideran “la dimensión social de la arquitectura”: un enunciado francamente sonrojante, por cuanto en la mayoría de los casos simplifica obscenamente las complejidades inherentes al dominio de lo social. Reformulando la doctrina de la modernidad desde un humanismo pseudos poético y sutilmente perverso, nuestros “clásicos” oficiales han sido instrumentalizados por la Academia como un panteón tácitamente ejemplarizante cuya sincronía tiende a resumirse obviando los matices respectivos: De La Sota, Siza, Corrales, el primer Moneo o Souto de Moura constituyen (muy probablemente contra su voluntad) un inopinado Apostolado de lo que esencializa a “la buena Arquitectura” por culpa de la estrechez de miras y escasa sagacidad de su feligresía, que se ha servido de ellos para difundir una suerte de “Modernidad franciscana” que sorprendentemente sigue operando a pleno rendimiento desde los catecismos y encíclicas de la Academia. En tiempos de crisis, como decimos, la vuelta a la Modernidad como salvaguarda del progreso es un recurso tan predecible como aquellos “retornos a Grecia” que históricamente efectuaba Europa cada vez que necesitaba reverdecer los laureles del humanismo (caso del renacimiento o del neoclasicismo).
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